20080214

|| apuntes del MUNDO RETORCIDO 3.1 ||

LA REINA ASESINA

La Reina Asesina vestía encaje púrpura y seda violeta. Le gustaba jugar con los pedazos de piel que cortaba en tiras de sus esclavos. Pintaba los gritos con chinchilla y pedernal, el placer de tener y dominar era lo que hacía sucumbir sus pies cada vez que encontraba algún títere nuevo.
La mansión de la Reina Asesina estaba rodeado de un bosque verde y negro con forma de laberinto. Muchos de quienes entraron ahí buscando la fortuna de besar sus pies y tocar los labios escondidos de su placer siguen errantes buscando algún lugar dónde descansar su extraviado juicio.

El placer que manaba de sus caricias era sólo comparable con algunos de los suplicios y exageraciones pintados en los cuentos de Sade o Masoch, en las fotos escabrosas de Witkin o en la imaginería desquiciada de algunos locos escapados de los calabozos de los Cenobitas.

La Antipoeta sabía de lo que sucedía en ese lugar, ya más de algún rumor le había sido dejado por los susurros del Viento Zahiriente o algo había escuchado entre los delirios que El Deforme solía olvidar cada vez que la encontraba en su camino y que ella lo descubría espiándola.

¿Qué era lo que ella podría buscar ahí? ¿Placer? ¿Dolor? ¿Inspiración? ¿Iluminación?

La verdad es que no lo sabía, había llegado hasta ese lugar, había caminado por entre los muros húmedos y verdosos del laberinto, había llegado hasta la puerta y ahora caminaba entre esas luces estroboscópicas y ese ambiente saturado de humo y humores solamente siguiendo un silbido que no podía salir de su cabeza y que la ponía de mal humor.

Alguien le había hablado alguna vez de los cantos de las sirenas, y ciertamente había leído los cuentos griegos al respecto. Pero esto no era lo mismo, las sirenas buscaban atraparte, este silbido lo único que hacía era mostrarle el camino y ella lo seguía sin tener voluntad para detenerse.

Dajette vino a recibirla con una copa de Absenta en la mano. -La Reina te espera en su sala de tortura.-, le dijo sin inmutarse y sin quitarle la mirada como si pudiera traspasar los delgados hilos de los tejidos de su ropa. Dajette sonrió brevemente humedeciendo sus labios con la orilla de la lengua manchada de Absenta y le indicó el camino.

Dentro del resplandor de una luz ultravioleta la Reina Asesina ataba pinzas en cada intersección dibujada sobre la piel de su Esclavo Bondage, uno más acariciaba sus largas piernas, otra de ellas le ofrecía humo de Nubes Azules y Absenta en una copa color carmín.

Sin voltear a mirarla la Reina Asesina le indicó a la Antipoeta un asiento de piel marrón y la Antipoeta se dirigió a el sin perder la vista de los minuciosos métodos de dolor que la Reina Asesina aplicaba a su Esclavo Bondage, mientras los demás la idolatraban y le pedían gimiendo que fueran ellos la cúspide de sus castigos.

Pasaron unos cuantos minutos antes de que la Antipoeta empezara a notar esa presencia detrás de ella. Sentía el frío, pero parecía un frío cualquiera, hasta que comenzó a sentir esas garras deslizándose por entre la piel de su cara como un líquido espeso y helado que se escurría sobre ella. No sintió miedo o disgusto, algo hacía que ese tipo de sensaciones se bloquearan en ella.

Las garras de la Sombra Gárgola del Encantador de Serpientes taparon su boca mientras lo demás de la sombra inmovilizaba el resto de su cuerpo. Entonces escuchó esa voz enronquecida por el exceso de los aromas de la Nubes Azules y aspiró un ligero aroma a Absenta enmohecido saliendo del aliento de quien la retenía.

-Tú y yo tenemos una cuenta pendiente-, le dijo el Encantador de Serpientes dando una bocanada a la Nube Azul que guardaba en una cubo de cristal sin esquinas. -Creo que no es necesario que te diga quién me pagó para matarte, ya sabes cómo es esto, si no lo hago yo, bien lo podría hacer alguien más. El Gringo Loco estaría más que feliz de obtenerlo. Sin embargo, yo no tengo ningún interés en hacerlo, al menos no en este momento, así que luego de haberte perdonado la vida una vez creo que a cambio tendré que pedirte un favor para quedar a manos.-
Un tanto irónica la Antipoeta le contestó: -¿Y cuál sería ese favor?-

El Encantador de Serpientes le indicó: -Al lado derecho de tus pies puedes ver una Caja Negra de terciopelo. En esa caja Negra se encuentra algo que debes esconder. Tengo entendido que sabes qué es y creo que no necesito explicarte lo peligrosa que puede ser la curiosidad de abrirla e intentar saber su contenido.-

La Antipoeta asintió con la cabeza, sin embargo, su Morbo Interno se deleitaba imaginando cada uno de esos malsanos placeres que, había leído, vivían dentro de la oscuridad caótica de la Caja de Pandora denostados y olvidados por los Cenobitas.

Se levantó con la Caja de Pandora entre las manos, absorta, y sin decir adiós o pedir explicación alguna al Encantador de Serpientes, se marchó de la mansión de la Reina Asesina fascinada con su nuevo trofeo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y qué quedó de esas historias?


un saludo. sólo uno.














V.