20170318

|| LEJANÍA Y SILENCIO : LA COYOTA ||

La noche susurra en ecos espirales tras los pasos que alguien da detrás de mi. No hay sombras, no hay espejismos que inunden la imaginación errabunda.

Huele a tortilla quemada, almizcle vago y sofocante. Dicen las lenguas oriundas que cuando huele así es por que anda cerca el Coyote, que vaga por el campo buscando a quién hurtarle algo de valor, la comida o de quién tomar ventaja. O a veces también lo que busca es venganza. Dicen que si tuviste el desatino de meterte con su hembra es mejor que le huyas, si no seguro te alcanza. Que luego de matarte ahorcado la boca te deja llena de sus propias heces. Tirado sin que nadie se digne siquiera a tocarte o levantarte, dorado al sol, maldecido y manchado para siempre.

Camino bajo un cielo inundado de luceros brillantes, es marzo, la lluvia ha dejado un aroma casi hipnótico mezcla de tierra humedecida y yerba nueva. El viento arrecia, me recuerda que he pasado lo peor, ya no hay frío que me hiele, siento cálida la espalda, hoy ni los perros salen al paso a saludar, las luces del pueblo van quedando cada vez más lejanas.

Fidel ha dicho que antier hicieron correr despavorido a uno de los ingenieros, siempre presumen de valentía, pero huyen al primer ruido desconocido, al primer cuento de espantos que les platican.

La alcantarilla es un lugar extraño, dicen que algunas noches la bruja baja hasta ella para hacer cosas que nadie quiere mirar, mucho menos saber.

He andado tantas veces ese camino a oscuras que de repente olvido las advertencias que no dejan de hacerme. ¿Qué podría pasar? Dicen que le ando buscando tres pies al gato. Nadie entiende porqué me gusta caminar solo, alejarme por esas veredas donde ninguno quiere vivir ya.

Antier entró un chaneque a visitarme, me despertó a media madrugada, revoloteaba atorado entre la bolsa de mi ropa sucia, no quiso decirme que buscaba. Seguro algún pedazo de galleta varado entre las bolsas de los pantalones. Quizá algún secreto de esos que luego olvido escrito en pedacitos de papel.

Prendí la lampara que cargo en las llaves, salió corriendo con su traje negro de ratón, no quiso dejarme verlo, nada le costaba, pero se escabulló por una rendija al lado de la puerta del zaguán. Tuve que meterle un rollo de papel a toda la orilla para que me dejara dormir.

Ayer mandó a su primo, prieto y lento. Lo encontré de nuevo hurgando la ropa vestido de escarabajo. -¿Qué caramba quieren?- Le pregunté. Sólo movía las patitas intentando caminar sin decir nada. Lo tomé con un pedazo de hoja de papel y de un puntapié lo mandé volando al jardín, ya era suficiente noche para dejarme en paz.

Sin embargo, ya no puede dormir. O eso creí. Los sueños regresaban y se entrecruzaban a pedazos disparejos. De repente muchos colores, de repente de un lado aparecía en otro. Nunca supe de quién era esa cara, quién era la que me acompañaba. El olor a rosas era tan penetrante que me inundaba por completo. Me sofocó hasta que perdí la noción del tiempo.

Por la mañana mientras caminaba entre la niebla para calentarme un poco, encontré una estrellita de papel verde metida en la bolsa derecha del pantalón. No le hice caso y la dejé tirada entre la yerba.

Escuché unos pasos detrás, gire para ver por encima del hombro, era Fidel con la estrellita de papel en la mano, más espantado que contento como del diario. Se acercó con paso recio y únicamente dijo: -vecino, mejor que tenga cuidado, dicen que la Coyota lo anda buscando, anoche anduvo ahí dando vueltas por su casa, todos estaban bien encerrados, nadie quiere que lo agarre de encargo, luego sale peor la cosa, ya le dije, acuérdese de las rosas, a eso huele cuando anda cerca.-

Siguió su camino luego de enseñarme la estrellita que ya no era verde, iba perdiendo el color como si se derritiera. Un diente de animal quedó sólo en su mano, lo dejó ahí tirado frente a mí y siguió hasta perderse entre la neblina. Miré a mis pies pero ya no había nada.

Alcé los hombros y continúe caminando sin hacer caso, un ligero aroma a rosas se volvía a percibir entre el vaho que se iba quedando pardo a mis espaldas.

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