Existe un dolor intrínseco.
Ayer veía tu mirada ahogándose,
observé cuidadosamente cada instante
con cierto placer;
vagué algún tiempo por los rieles
sin encontrar restos,
arrastrando los zapatos
elevé un poco de polvo en el aire
mientras desfiguraba la expresión
en azares inútiles,
tanto como el desprecio
ese que orilla a las locuras irreverentes,
más ciertas, siempre.
Se pueden enjugar y tragar las amarguras
al igual que las lágrimas inservibles.
Siempre hay algo que estorba
que se postra más allá de los velos,
pero tan cerca de los mismos ojos,
que es imposible distinguir
la ilusión de lo verdadero.
Los dedos se ahogan en los cuellos,
como tu mirada se ahogaba ayer en sí misma.
No hay nada de lo que pueda hablarte,
he colmado mi convencimiento de miserias
y no intentaré nada más.
Mañana caminaré, de nuevo, por las vías
borrando los pasos que dejé hoy.
Ayer veía tu mirada ahogándose,
observé cuidadosamente cada instante
con cierto placer;
vagué algún tiempo por los rieles
sin encontrar restos,
arrastrando los zapatos
elevé un poco de polvo en el aire
mientras desfiguraba la expresión
en azares inútiles,
tanto como el desprecio
ese que orilla a las locuras irreverentes,
más ciertas, siempre.
Se pueden enjugar y tragar las amarguras
al igual que las lágrimas inservibles.
Siempre hay algo que estorba
que se postra más allá de los velos,
pero tan cerca de los mismos ojos,
que es imposible distinguir
la ilusión de lo verdadero.
Los dedos se ahogan en los cuellos,
como tu mirada se ahogaba ayer en sí misma.
No hay nada de lo que pueda hablarte,
he colmado mi convencimiento de miserias
y no intentaré nada más.
Mañana caminaré, de nuevo, por las vías
borrando los pasos que dejé hoy.