19920408

d03.[9214]

Hoy he pensado en escribirte algo bueno
pero, como siempre, sigo cayendo tontamente

en explicaciones, temores e incertidumbres.

No tengo rencor hacia mí, es inútil

siempre me ha aquejado la ceguera, voluntaria;

y no intento reprimirla, al contrario,

la alimento con almas y sonrisas nuevas

con imágenes y andares, de esos de tango

asesinos de vidas fatuas, sin embargo,

y a muy pesar nuestro

evocadores inacabables y maravillosos de inspiración.

Hoy recordé las mil cartas que jamás te mandé

y que no creo enviarte jamás.

No temo perderme en la soledad,

por culpa mía o de quien sea;

el destino me preocupa tanto como al rico la miseria,

la miseria de mi propia vida es lo que me hace feliz

y mientras más me preocupo y sufro, más entiendo.

Si el destino no es ninguno, caminaré por las veredas bifurcadas

no hablaré ni levantaré la mirada de mis pasos,

pensaré en alguna sabia canción:


“......no pretendo conseguir perdurar
porque sé que sólo soy un accidente.”
Recordaré que he perdido y sonreiré,
recordaré que prometí escribirte algo agradable:

Hoy el paso del tiempo me aplasta
la hojarasca ha tapado mis oídos

y mis ojos se deshacen en sal.

Hoy el silencio atraganta mi lengua

y la desesperanza no me hace pensar

más que en cerrar los ojos y hondamente dormir;

si logro conseguirlo, quizá en sueños

recuerde tu sonrisa errante angustiándome;

si no, te maldeciré por permanecer

como un pálido fantasma

vigilante y amenazador

en la penumbra de mi insomnio.

19920401

d03.[9204]

No, no quisiera caer,
la locura me invade sin pensar

así de sencillo como el viento sopla.

No quisiera entenderlo, pero me aterra tu mirada

Y no sólo eso,


(el mistral grita cuando el mundo calla)
esa sonrisa,

(el cazador busca presas terribles, por quien morir)
ese andar,

(las olas anhelan algún ahogado para acariciarlo)
y esa magia transmutada del espejo y del cielo
que quebranta mis silencios


(eterno es el silbar de los muertos).
Mas no te culpo de mi espanto
pues sé que los locos han de acompañarme en la caída.

Cuando el hielo refleje el sol del invierno

agitaré mi amargura hasta imaginarte cercana

entre las espinas que abracen mis manos.