19900101

d01.x-1990[00]

Aquella noche llego Moisés más muerto que vivo, asustado, preocupado, encabronado. Todo podía esperarse de él, hasta que llorara. Yo lo tomaba como cualquier otro día, pero en cierta forma me temía el motivo de su visita, tenía un vago y acertado presentimiento del porqué Moisés se encontraba aquí.

- ¿Qué onda cabrón?
- ¿Qué onda? – dijo.
- ¿Qué estás haciendo?
- Ahorita te cuento.
- Ah, bueno pásale. No sé porqué casi sé lo que me vas a decir. Usted no tenga miedo, pásele.
- ¿Tus papas?
- Están arriba, usted no tenga pena, pásese.

- Cómo ves cabrón, que me corrieron.
- ¡No te manches!
- Pues sí, ayer me mandaron derechito para allá.
- ¿Y ahora? ¿Qué vas a hacer?
- No sé, tengo que moverme de volada.
- Y aquellas, ¿ya saben?
- No cabrón, por eso tengo que moverme pronto.
- Ya ves, te dije que ya le pararas, que ya se te estaba pasando la mano y ya sabías que te traían esos cuates en la mirita.
- Sí pero fue una pinche cuba nada más.
- Pero tú ya sabes qué onda, ya sabes cómo son de ojetes esos cuates.
- Sí, y a los tres nos corrieron de una patada.
- Pinche Moy, ya ni pedo. Tu mamá te va a regañar pero bonito cuando lo sepa, y a mi también; a ver si no se enoja conmigo cuando sepa qué onda y porqué te corrieron.
- No, ni madres; ellas no tienen porqué saber nada. Por eso tengo que moverme rápido. Te vendo un reloj.
- Pinche Moy, ya sabes que a mí no me gustan esas madres.
- ¡Vale madres!
- Yo te prestaría feria pero ahorita no tengo. El lunes que vaya por mi cheque si necesitas yo te lo presto; y ya sabes qué pedo, cuando quieras caerle aquí no hay bronca.
- Sale cabrón.

Y así pasaron una o dos horas entre pláticas absurdas y preocupación creciente del Moy. Después yo me fui a bañar y cuando regresé el Moy dormía como una tabla. Yo no pude dormir en toda la noche, bueno, eso en mí ya es común.

No hay comentarios.: